martes, 9 de febrero de 2016

"Para abajo, Escarabajo!" (Cap. 5) En espera del escaraviaje

Siempre tomo los mates fríos, porque no le doy tiempo al agua para que se caliente. A veces la vuelvo a volcar del termo a la pava, prendo el fuego y le permito llegar a la temperatura justa. La mayoría de las veces no lo hago. Soy una persona impaciente. Pero en esta oportunidad, no quedó otra opción que aprender a esperar.

A Matzschke y su fiel ayudante Beto, les llevó unos veinte días poner el Escarabajo a punto, y a nosotros un par de semanas probarlo y ablandarlo. El viaje debía empezar el 24 de diciembre y terminar el día que volviéramos de la Patagonia. Por lo tanto, la espera en Maschwitz se convirtió en una parada más del itinerario. Así, en vez de hacer kilómetros de ruta, nos dedicamos a empezar este blog. Pero también le pusimos el cuerpo a otras cosas. Estamos ejercitando la celebración y el gozo, como una forma de agradecimiento por todo lo que existe. Lo bueno y lo malo.  

Inventamos nuevas aventuras. Nadar el canal de Hipocampo de punta a punta, ida y vuelta, fue más fácil que caminar los 25 kilómetros hasta el faro Querandí. En este caso el trayecto fue de 1 kilómetro y 200 metros. Desde de la casa flotante nos tiramos de cabeza al agua. Ya lo habíamos hecho el fin de semana anterior, pero esa vez solo dimos la vuelta a la isla. Como si estuviéramos en el Amazonas, nadábamos rodeados de la esplendorosa vegetación: sauces, flores silvestres, ceibos, pecanes, eucaliptus, álamos y fresnos de mano.  


En los lagos del Sur no habríamos podido hacer una travesía semejante. Allá el agua es helada, acá estaba calentita. Nadamos, flotamos e hicimos la plancha durante una hora y cuarto, en un estado de paz y relajación total. 


Cuando llegaron los primeros camalotales y empezaron a cubrir los ríos, nosotros estábamos ahí, sentados en la escalera del muelle sobre el Luján. Lejos de pensar en ataques de serpientes venenosas y demás alimañas, como anunciaban los noticieros, sacamos del agua unas bellísimas plantas. Muchas tenían una vara de flores violáceas, y en la base unos bulbos llenos de aire, para flotar. 
Las pusimos en un baldecito que también rescatamos del río, y a la noche, junto a la caja de alfajores que trajimos de la costa, se las llevamos a mi mamá para engrandecer su estanque. 

Nos abocamos a la oferta gastronómica de la zona. Lejos de internanos en los helados lagos del Sur, nos internamos los helados de Conti. Según Anibal, la segunda mejor heladería del mundo, después de Cadore de Corrientes y Rodríguez Peña. 
A pesar de que me paso horas amasando pan integral, haciendo galletitas con harina orgánica y semillas, y me especializo en preparar las mil y una recetas veganas, no somos muy ordenados con la comida. 

Nuestros lugares preferidos son La Ribera, en Villa La Ñata -allí solemos almorzar a orillas del canal, milanesas con papas fritas, empanadas, canelones- y El Apero, en Maschwitz, donde hacen el mejor asado de tira. Son antojos, y los antojos no contemplan dietas sanas. 













Ablande Obligado
El Escarabajo necesitaba un ablande después de salir del taller. Fuimos a San Pedro, la tierra donde seguramente iniciaron su viaje las naranjas del naufragio… Nos recibió la inundación, y otra vez los camalotes. Con toda la costa llena de agua, la temporada no fue buena para los lugareños. Llegamos hambrientos y después de buscar un lugar durante largo rato, nos sentamos en una parrilla. “Un asado es un asado”, contestó el mozo de mala gana, levantando las cejas y torciendo la boca. Había venido hasta nosotros arrastrando los pies y mirando para otro lado. Deberíamos haber desistido, porque dos veces le tuvimos que devolver los incomibles platos. Terminamos almorzando una ensalada con la lechuga mustia y mal lavada. Llegamos a la conclusión de que ese restaurant, que se anuncia con grandes carteles de parrilla, minutas, postres, no debería estar permitido. Durante el frustrado almuerzo, imaginamos crear una secretaría en las municipalidades que se encargue de controlar el servicio que ofrecen los locales gastronómicos. Pusimos un tarifario de multas según las irregularidades y hasta una pena de cierre definitivo si el nivel de atención alcanzara el estado de pésimo.

Solemos pasar largas horas pensando en cómo cambiaríamos leyes, el modo de hacer ciertas cosas y reformando casas y lugares. En una de esas charlas, pensando en el título de esta entrada al blog, también inventamos el lenguaje Escarabajo, el Escarargot. Ya tenemos una larga lista de palabras. Escaraviaje significa: travesía en automóvil. 

Volviendo al ablande del auto, lo más interesante fue haber llegado hasta Vuelta de Obligado, un caserío ribereño donde se recuerda el glorioso combate. 







Esta vez, con el auto vacío, logré que lleváramos las reposeras. Cómodamente sentados nos quedamos dormidos mirando el río desde la barranca. Anibal comprobó que las reposeras son imprescindibles. Nos despertó de la siesta el llanto de un bebé, no pudimos dilucidar si la mujer que lo llevaba a upa era la madre o la abuela. 


Emprendimos la retirada antes de la caída del sol. El Escarabajo se había portado diez puntos a la ida, pero todavía le teníamos un poco de desconfianza. 

Sin embargo, no tuvo ningún problema, llegando a Maschwitz fijamos fecha para salir nuevamente hacia el Sur: 10 de febrero. La espera estaba llegando a su fin.  

Continuará... (Cap. 6)  1ra Parada: la dimensión desconocida



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