lunes, 1 de febrero de 2016

"Para abajo, Escarabajo!" (Cap. 3) Las doradas naranjas del mar

Sin pensarlo, encaramos para el lado del faro. ¿Tal vez imaginé que al menos podríamos llegar a verlo desde la distancia...? No me acuerdo. Le dí un puntapié a una naranja que apareció en mi rumbo. Me enchastré todo, estaba podrida. Sin dejar de caminar, me lavé en el mar. Al volver a la arena, encontré otra naranja toda carcomida; esta vez dominé el impulso futbolístico. Unos pasos más adelante había otra. 

Pensé: "¿Quién habrá sido el pelotudo que anduvo comiendo naranjas y tirando los restos en la playa?" Pero me topé con una naranja entera que se veía muy bien. La levanté con cuidado, haciendo una pinza con el índice y el pulgar, y comprobé que estaba intacta. La lavé en la orillita y empecé a pelarla con los dientes. 
Flor caminaba en sus pensamientos, delante mío. Se dio vuelta. "¿Y esa naranja?" Yo logré responderle sin atragantarme: "La encontré tirada... ¡está riquísima!" Le ofrecí un buen gajo. Si se convertía en cómplice, ya no me podría retar por comer algo del piso. Aceptó. Nos chupamos los dedos y, sin saber por qué, nos tentamos de risa. Eran los primeros días de enero y quisimos mandar una foto de saludo. A ver si con eso podíamos parar de reírnos. No sirvió. 

Mientras me reía pude ver que las naranjas formaban un sendero que seguía a los lejos, hacia el Sur. Me acordé de Pulgarcito. 
La mayoría estaban podridas o rotas y llenas de arena. Pero cada tanto aparecía una en buen estado. Las empezamos a guardar en la mochila; donde sólo habíamos traído media botella de agua y dos remeras de manga larga por si refrescaba. Juntar naranjas buenas pasó a ser la diversión de la caminata. Unos cuantos kilómetros más adelante, mi mochila estaba llena y seguía la línea de puntos dorada, hasta que se perdía de vista. ¿De dónde habían salido tantas naranjas? 

Empecé a sospechar de dónde podrían venir y enseguida mis sospechas se confirmaron. 

¡Apareció una manzana! 
Como en las novelas de detectives, el elemento diferente suele ser el que resuelve el misterio. Obviamente, todas esas naranjas depositadas en la playa, a lo largo de tantos kilómetros, habían llegado desde el mar. Siendo que todas las mañanas yo me levanto a preparar el desayuno de frutas para mi amada, y que esos desayunos incluyen un buen vaso de jugo de naranja recién exprimido, ya me había dado cuenta de que las naranjas del mar eran iguales a las que yo compraba en la frutería. Eran naranjas argentinas. 

Si venían del mar, podría ser que se hubiera caído un container de un buque carguero. Algo que sucede frecuentemente durante las tormentas oceánicas. Esa era la mejor explicación y sin embargo no me convencía. Las naranjas no tenían ni el tamaño ni el aspecto que suelen tener las frutas de exportación. 

Todo se aclaró cuando me topé con una manzana. Estaba comible y nos la comimos, otra vez tentados de risa. Era sabrosa y vino a resolver nuestro caso. Se trataba de una de esas manzanas chiquitas que se compran cuando se quiere gastar poco. Algo que jamás sería aceptado por los estándares de exportación. Por lo tanto, esas frutas debían venir de la bodega de un barco recientemente hundido. Cuando una embarcación naufraga y se hunde, las cosas que lleva a bordo que flotan, suelen escapar del encierro en el fondo del mar y salen a la superficie. 

Un chaparrón nos obligó a refugiarnos bajo la casilla del guardavidas. El bañero confirmó mi teoría. Hacía poco había naufragado un pesquero que iba hacia Mar del Plata. Las que llenaban mi mochila eran, nomás, las naranjas del naufragio. 


Volvimos a Monte Bubi cargando los cuerpos rotos, la felicidad y un montón de naranjas. 
Alcanzó para el jugo de tres desayunos. 



Quizás sea esta una historia intrascendente. Pero para el que navega, siempre son amargos y fascinantes los naufragios. Yo brindo con este jugo, por las doradas almas que se aventuran a las profundidades. Algo de ese espíritu vino a endulzarnos nuestra caminata hacia luz. La del faro. 




Continuará... (Cap. 4) El cigarro de incayuyo con filtro de pino

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