jueves, 17 de marzo de 2016

"Para abajo, Escarabajo!" (Cap. 13) Y subió las montañas a los tirones, con la bomba rota

El talón de Aquiles del motor de un Escarabajo de 1.600 cm3 es, sin dudas, la bomba de nafta. Al menos esa es mi experiencia de los últimos años. Ya cambié como 5 bombas y vuelven a fallar y causar problemas. Esa bomba tiene la tarea de chupar la nafta que hay en el tanque y hacerla circular por un cañito de cobre hasta el carburador. Allí se mezcla con aire y se forma un spray altamente combustible que es aspirado dentro de los cilindros. En el momento oportuno, ese cóctel recibe la chispa de una bujía y explota, empujando hacia arriba al pistón que es como una tapa que sube y baja, entrando y saliendo de la cavidad lubricada del cilindro... Este rítmico movimiento de coito de los motores a explosión, es lo que ha dado vida a miles de millones de automóviles. Y lo que ha llevado a las industrias petroleras a tener el control del mundo moderno. 
Aunque ya se ha demostrado que lo mismo se puede lograr, en un motor convencional, usando agua en lugar de nafta. Sí. Agua de la canilla o de río o de una zanja y, como decía el gran genio inventor Stanley Meyer: "...Si no tengo agua, puedo derretir nieve para hacer andar mi auto." Pocos años después, el pobre Stan Meyer cayó muerto en el estacionamiento de un restaurant, del que había salido gritando que lo habían envenenado. 

Vale la pena poner su nombre en Google y en Youtube, para verlo andar en su boogie con motor de Escarabajo, con el cual cruzó Estados Unidos de costa a costa. No van a entender cómo es que seguimos usando petróleo, ni porqué la energía sigue siendo un problema; cuando podríamos abastecer todo el consumo energético con grupos electrógenos que funcionen con agua.  

"Para arriba, Escarabajo!"
La Ruta 40 y los caminos en la montaña, tienen subidas muy empinadas en las que se debe trepar durante kilómetros. A poco de salir de Manzano Amargo, -el pueblo donde festejan la plantación de pinos que debería estar prohibida-, el auto empieza a dar tirones y se para antes de llegar a la cima de una subida. 

Yo ya había descubierto que volcando agua fría sobre el cañito de cobre que transporta la nafta, lograba que el combustible volviera a circular y así conseguía poner en marcha otra vez el auto. Era mágico: levantaba la tapa del motor trasero, le tiraba agua al cañito y de inmediato veía como la nafta empezaba a llenar otra vez el filtro de plástico que había quedado vacío. Luego esperaba un par de minutos para volver a arrancar el motor y retomar el camino. 
Al principio esto pasaba muy de vez en cuando. Pero en el viaje rumbo a Chos Malal, el Escarabajo empezó a pararse cada vez más seguido. Lográbamos andar apenas unos 2 ó 3 kilómetros y el auto volvía a pararse. Yo bajaba, mojaba el cañito de la nafta, arrancaba y así seguíamos subiendo, a las sacudidas... Hasta que se nos terminó el agua. 


Florencia me ofreció el resto de agua que nos quedaba en la botella que usábamos para beber. Solos en medio de la nada, con casi cuarenta grados bajo el sol, no me pareció prudente usar lo poco que nos quedaba para nuestro consumo. Uno de los únicos vehículos en la historia del automóvil, que fue diseñado para ser refrigerado con aire, ahora necesitaba agua. 
Un auto se detiene al vernos parados. No tienen agua. Solo llevan una botella congelada para mantener fresca una heladerita de camping y nos la dan con mucha generosidad. Parezco Stanley Meyer tratando de derretir nieve. Logro hacer unos pocos kilómetros más y esta vez el auto se vuelve a parar en las inmediaciones de una planta industrial. Decido ir hasta allí en busca de agua.  


Tengo que sortear unos alambrados de púa y caminar por un campo lleno de abrojos. Voy hasta un arroyo que descubro en el camino pero está seco. No se oye ningún ruido. Solo el silencio pesado de las montañas y el roce de mis pasos en los pastizales quebradizos. Nada se mueve en la planta que parece una especie de central de energía. Sospecho que no hay nadie. 
De pronto inicio algo inesperado. A veces tengo comportamientos que no sé de dónde me salen. Comencé a golpear el bidón de plástico que llevaba en una mano, contra las dos botellas vacías que llevaba en la otra. Perturbé el aire con un ritmo murguero. Recuerdo que hice eso pero no para qué. Quizás quería ver si aparecía alguien o hacer ostensible mi presencia para no tomarlos por sorpresa... 

La murga avanzó hasta los fondos de la planta, junto a un alambrado de red fijado con columnas de cemento. Era tan alto como los que hay en las cárceles e igual de infranqueable. Probé de darle un golpecito con el dorso de la mano, para asegurarme de que no estuviera electrificado. La central fantasma estaba vacía. Vi la cucha de un perro guardián. Su ocupante debía encontrarse lejos de casa o ya estaría ladrando y mostrándome sus colmillos. Frente a mí, a pocos centímetros del otro lado del alambrado, en vez del perro había una canilla. Parecía una burla porque no tenía forma de llenar mis instrumentos de percusión, con semejante alambrado de por medio. Encontré una rama tirada y me las ingenié para pasarla por la red de alambre y mover la manija del grifo para abrirlo. Se oyó un resoplido parecido a una tos y no salió ni una gota de agua. Mejor así. 

De todos modos no pensaba volver con las manos vacías. Sabía que algo se me iba a ocurrir y que regresaría donde mi compañera con las botellas y el bidón llenos. Fui rodeando el perímetro de la central en busca de no sabía qué, hasta que encontré lo que no sabía que buscaba. En el centro de la planta había una acequia que estaba desbordada. Desde allí serpenteaba por el suelo un hilo de agua que lograba fugarse por debajo del alambrado. No era posible llenar las botellas y el bidón al ras de la tierra. Busqué una piedra y me puse a cavar. En unos segundos el pequeño pozo se llenó y pude hundir en él una de las botellas. Así cargué todo con agua sucia y emprendí el regreso triunfal. Al completar la vuelta alrededor de la planta y pasar por el frente, vi un cartel que decía: "Subestación de bombeo" y daba el nombre de un oleoducto que no recuerdo. 

Llegamos a Chos Malal a los tirones y encontramos el taller de Dante y El Colo. La bomba de nafta, con apenas dos semanas de uso, estaba rota. Descubrimos que la rotura fue causada por cargar nafta con basura que había tapado el cañito de cobre, lo cual obligó a la bomba a un trabajo forzado. Otra vez el Escarabajo nos había aguantado hasta llegar a un lugar seguro. 

Continuará... (Cap. 14) Sin GPS



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