viernes, 29 de enero de 2016

"Para abajo, Escarabajo!" (Cap. 1) Hizo falta tanto aceite para llegar a Monte Bubi...

La noche del 23 de Diciembre, llego al Rancho Alegre de Flor, en Maschwitz, con el Escarabajo que falla como si tuviera una basura en el carburador. El plan es partir a la madrugada hacia nuestro primer destino: el campamento Monte Bubi, cerca de Mar de las Pampas. Siento esa falla como un aviso de mal agüero... A pesar de que ya son más de las 9 de la noche, llamo a mi querido mecánico Héctor, que tiene un apellido tan complicado de escribir que es ideal para usarlo como password: Matzschke. Se pronuncia "machke" pero yo lo llamo "Supermachke". Más difícil que su apellido, es encontrar un capo de la mecánica como él. 

Por teléfono, Supermachke ya me da un diagnóstico del problema: "es una pavada; se quemó el control electrónico del chicler de baja. Pasen por el taller mañana temprano, cuando salen de viaje, que en menos de un minuto de reloj lo resolvemos." Y repitió su advertencia que pronto se confirmaría como una condena: "Pero acordate que el motor de tu auto estuvo andando mucho tiempo lleno de barro. El barro se cocinó y quedó el motor dentro de un horno de cerámica que, para sacar esa arcilla cocida, tuvimos que cortarla con sierra de mano y amoladora. Así que no sé cuanto pueda durar un motor que estuvo funcionando pasado de temperatura y sin ninguna posibilidad de refrigerarse. No se te fundió porque es un Escarabajo. Pero no sé cuánto más va a seguir andando..." 

24 de Diciembre a la mañana. Supermachke arregló la falla en mucho menos tiempo que el que usó para volver a insistir, por enésima vez, con su preocupación por la durabilidad del motor. Como él también se estaba yendo a pasar la Navidad en la playa, nos despedimos con un abrazo y allí empezó nuestro viaje a los lagos del Sur. 

A poco de andar, comienza a titilar una de esas luces que uno nunca quiere ver encendidas: la de la presión de aceite. Por las dudas... seguimos adelante. Aunque sea, para poder salir de la ciudad. No fuera cosa que el motor se nos rompiera en la Avenida Libertador y termináramos pasando la Nochebuena en la sede central del Automóvil Club! 

De pronto, la luz verde del aceite se apaga, como si el auto apoyara nuestra determinación a viajar. Hacemos 60 kilómetros y vuelve a encenderse la luz mala; esta vez de modo permanente. Paramos en una estación de servicio de la Ruta 2 y encuentro el motor bañado en aceite. La varilla marca que nos falta 1 litro. 

¡Llamando a Supermachke! 
"Houston, tenemos un problema...", le digo ni bien me atiende. Por suerte tiene la gentileza de no responderme "te lo dije". Y haciendo honor a su lugar de superhéroe, me dice: "Estoy en la Ruta 41 llegando a la Ruta 2. Te espero en ese cruce, así veo el auto." 

Que un mecánico te atienda dos veces un 24 de Diciembre, es algo notable. Pero que encima se disponga a darte auxilio en la ruta, mientras está yendo de vacaciones con su mujer, ya es un hecho sorprendente que merece ser contado. Matzschke y Fanny nos esperaban a pleno sol, en las cercanías de Castelli. Sólo necesitó abrir el capot trasero y lo volvió a cerrar. 
"Algo se rompió y está tirando el aceite hacia afuera. Mientras le vayas agregando aceite y lo controles para que no se quede sin lubricación, el auto va a seguir andando." 


Ya estábamos jugados. Volver era igual que seguir. Pero si lográbamos llegar a nuestro 1er destino en Mar de las Pampas, por lo menos no se nos arruinarían las fiestas... Matzschke nos siguió hasta Dolores y Fanny lo siguió a él. Es una de esas compañeras de fierro que lo habría seguido, igual de contenta, si su marido decidía escoltarnos hasta Tierra del Fuego. 


Así fuimos patinando unos cuántos litros de aceite, para alcanzar el camping Monte Bubi, al sur de Villa Gesell. Entramos fumigando con humo blanco al resto de los acampantes. Saludábamos a todos haciéndonos los simpáticos, para que no nos putearan. Pero la gente se enternece cuando ve un Escarabajo. 



Armamos la carpa bajo un gran pino volcado y nos trepamos a las ramas altas, desde donde se veía el horizonte azul del Atlántico. Fuimos hasta la playa y nos mojamos los pies en el mar. Sólo los pies, para empezar a gozar de a poco... 




Bañado en aceite, echando humo, mi fiel compañero nos había aguantado hasta aquí. Como en esas películas de samurais que realizan actos heróicos, mi Escarabajo nos ofrendó la proeza de llegar al Monte Bubi con el motor roto. ¿Qué otra cosa puedo sentir por él, más que un amor incondicional? 


Continuará... (Cap. 2) "¿Al faro Querandí caminando...? ¡Ustedes están locos!"   

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